A
un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar
con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de
anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le
han roto.
Ahora
este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale
por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y
adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin
de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse
sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor
le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son
inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Julio Cortázar
Foto: vueltaabruselas.blogspot.com
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