He de reconocer que no soy admirador
ni muchísimo menos consumidor de novela negra, pero recientemente he caído en la trampa, en
la bendita adicción que supone la lectura de La bestia debe morir, magnífica novela escrita en 1945 por Nicholas
Blake, pseudónimo del laureado poeta irlandés Cecil Day-Lewis. Es una novela
harto recomendable, con una prosa deliciosa que mantiene al lector atento, sin
pestañear en ningún momento, a lo largo de sus páginas, siguiendo el entramado
plan a modo de diario pergeñado por su protagonista Frank Cairnes: “Voy a matar
a un hombre. No sé cómo se llama, no sé dónde vive, no tengo idea de su
aspecto. Pero voy a encontrarlo y lo mataré”.
La vida del protagonista cambió
en apenas unos segundos cuando un día su hijo de seis años fue arrollado por un
coche que inmediatamente se dio a la fuga. Nadie vio nada y el pequeño murió al
instante. Ahora Frank Cairnes tiene un solo objetivo que cumplir en este mundo:
averiguar quién conducía el automóvil, encontrarlo y asesinarlo para vengar la muerte
de su hijo. Para conseguirlo, se valdrá de las ventajas que le proporciona ser
un escritor de novelas policiacas de éxito, cuya identidad real nadie conoce,
ya que firma sus obras con el pseudónimo de Felix Lane. Poco a poco su
investigación avanza y empieza a tomar forma, pero una cosa es proyectar una
venganza y otra muy distinta llevarla a cabo.
Si os ha interesado esta reseña, podéis conseguir todavía la novela, en su edición de 2011, en vuestra Casa del Libro más cercana.
Imagen: estudioenescarlata.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario